El Cóndor se insinúa llamando a la adaptación, recordando la fragilidad, desafiando la estabilidad. En este entorno se revela un territorio que nos recuerda que la identidad es un paisaje que se redefine con cada paso, pero que también es sometida a las fuerzas de la disciplina y el control. Cóndor propone reivindicar el cuerpo como instrumento de subversión, como un archivo efímero que revive con cada movimiento. A partir de acciones performáticas y danzadas, la pieza invita a trazar recorridos, a atravesar paisajes internos y a descubrir la memoria que reside en cada gesto.